Matías laboraba entre los toldos
de la ciudad soleada y ebullente,
dándose tiempo para armar su globo
y bautizarlo parisinamente.
Un domingo, rodeado de curiosos,
en el Campo de Marte de La Habana,
su ingenio se elevó hacia la mañana
resplandeciente y hacia la leyenda.
No regresó. Nada más de él se supo.
Habanero y notable por la ausencia,
el que voló, liviano como un ángel,
dejó un giro del habla entre nosotros,
el ansia de volar, Campo de Marte
y allá, a lo lejos, dos o tres curiosos.
5 comentarios:
Este es un Salcedo de altos quilates. Gracias.
Por cierto, hay una canción de Raúl Ciro (que, si mal no recuerdo, aparece en el disco “Verde melón” de Superavit) titulada “Villa de París”. Está dedicada al bueno de Matías Perez. Es preciosa y fue uno de esos himnos del underground habanero de los noventa. La he buscado por todas partes en la red y no la encontré. Veré cómo te la hago llegar.
Estás vola'o, como Matías Perez...
Gracias, Bustro. Voy a buscarla.
Anónimo, me has hecho pensar. ¿De dónde viene esa expresión nuestra de "estar vola'o"? ¿Será de ahí?
Pues puede que si, esa expresión es tan vieja como yo.
yo mismo y de pasada, qué mareo...
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