Mi hermana mayor regresó a casa esa mañana
en vestido de fiesta blanco de muselina.
“¿Quién diablos te has creído tú que eres
para irte de parranda casi en cueros?
Como si no tuviéramos bastante
ya con el mundo en guerra, o en su fin.”
ya con el mundo en guerra, o en su fin.”
Mi padre golpeaba la mesa del desayuno.
“Esos yanquis de antes sí que tenían temple—
tendrías que haber oído a Patton en Armagh—.
Pero este Kennedy es casi irlandés,
así que ni siquiera es mejor que nosotros.
Y con solo dar la orden…
Si tienes algo en mente, quizás mejor que vayas
a hacer las paces con Dios.”
Podría escuchar a May detrás de la cortina.
“Pido la absolución, Padre, porque he pecado.
Una vez mentí. Una vez fui desobediente.
Y una vez, Padre, me tocó un muchacho.”
“Dime, hija mía. ¿Fue un toque impúdico?
¿Te tocó, por ejemplo, los senos?”
“Se frotó contra mí, Padre. Muy suavemente.”
—Paul Muldoon
Traducción: © Jorge Salcedo
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