Bailas danzón en el cuadrito de la esquina del chat;
tomas impulso hacia la nada con fecha fija y no arcana;
catas la ciencia celestina de los padres de la iglesia
y el repertorio de anécdotas inconfesables que te ahorran;
escribes "alma, oh alma mía" mientras contemplas su mandíbula;
te permites la inocencia de acariciar con palabras la intimidad de otro animal;
te cuelgas con las sábanas en la tendedera del patio que alguna vez fue de tu casa,
dejas que el viento te eleve, que el sol te sane y te perfume;
añoras otro elemento, otro fluido, otra sustancia;
te agotan el romance y el sexo, quieres la vida eterna ya;
quieres el zumo de los mitos y la visión del tercer ojo;
tejes tu tela con el hilo que va saliendo de tu boca;
te envuelves con tus palabras en un capullo y esperas;
aceptas que nada es tuyo y lo aceptas sin pesar;
te reconcilias con las fugas de tu conciencia y tus instintos;
tu sabiduría es impráctica: no sirve para vivir;
tu sabiduría es impúdica: se niega a dar explicaciones;
tu sabiduría es tan cierta como el agua y la sed;
luego vendrán a examinarte y a degradarte en perspectiva;
ahora tú danzas con el ser de igual a igual, sin ilusión;
traspasas su transparencia, te expones a su mirada;
apartas la tentación y el chantaje del tiempo;
tecleas sobre la yema de otros dedos tus palabras.
Es una bella precipitación. Pero el precipicio siempre asusta, así sea sólo de palabras.
ResponderEliminarE.
El sujeto lírico baila bien. El otro, se defiende.
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