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30 de octubre de 2013

70. Dora Williams

Cuando Reuben Pantier huyó y me abandonó,  
me mudé a Springfield. Ahí conocí a un dipsómano,  
a quien el padre, recién fallecido, había dejado una fortuna.  
En una borrachera me tomó por esposa. Mi vida fue un infierno.  
Pasó un año y un día lo encontraron muerto.
Aquello me hizo rica. Me mudé a Chicago.  
Después de un tiempo conocí a Tyler Rountree, villano.  
Seguí a Nueva York. Un magnate canoso  
enloqueció conmigo—otra fortuna.  
Murió en mis brazos una noche, ya saben.
(Seguí viendo su rostro azul por varios años.)  
Casi se arma un escándalo. Yo seguí mi camino,  
esta vez a París. Ahora ya una mujer
astuta, sutil, con mundo, con dinero.  
Mi dulce apartamento cerca a los Champs Élysées
devino el centro de una fauna variada,  
músicos, poetas, dandis, artistas, nobles,  
hablando allí francés y alemán, italiano, inglés.  
Me casé con el conde Navigato, natural de Génova.  
Nos fuimos a Roma. Me envenenó, supongo.
Ahora en el camposanto que domina la mar
donde el joven Colón soñó con mundos nuevos,  
mira lo que han tallado: ”Contessa Navigato  
Implora eterna quiete.”

Edgar Lee Master: Spoon River Anthology
Traducción: © Jorge Salcedo

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