Pues bien, Emily Sparks, no se perdieron tus plegarias,
no fue en vano tu amor.
Todo lo que fui en vida
se lo debo a tu fe, que no me abandonó,
a tu amor que, a pesar de todo, me vio bueno.
Querida Emily Sparks, déjame que te cuente.
Te ahorro las influencias de mi padre y mi madre;
la hija de la sombrerera me daba harto problema
y me largué hacia el mundo,
donde pasé por todos los célebres peligros
del vino, las mujeres, la alegría de vivir.
Una noche, en un cuarto de la Rue de Rivoli,
mientras bebía unas copas con una ramera
de ojos negros, las lágrimas salieron a mis ojos.
Ella pensó que aquéllas eran lágrimas de amor
y sonrió, creyendo haberme conquistado.
Pero mi alma estaba a tres mil millas de allí,
en los días de Spoon River, cuando tú me enseñabas.
Y únicamente porque ya no podías amarme,
ni rezar por mí, ni escribirme cartas,
habló entonces tu eterno silencio.
Y la ramera de ojos negros tomó para sí las lágrimas,
y también los engañosos besos que yo le daba.
De algún modo, desde entonces, tengo una nueva visión…
¡Querida Emily Sparks!
Edgar Lee Master: Spoon River Anthology
Traducción: © Jorge Salcedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario