El amor de mi vida tiene un hoyito entre las piernas
como las terneritas de la vaquería.
Y no está mal. Solo que no me lo esperaba,
y ahora, bordeando la piscina,
veo sus labios insinuados
en la tela ajustada al calor de su piel,
una niña no más en la hilera de niñas,
y no pienso mirarla en lo que resta de sesión.
No sé por qué, pero no pienso mirarla.
Me pregunto qué hará mi amada con su sexo.
A los catorce años las preguntas
no deberían doler tanto. Es ridículo
que me haga estas preguntas. Esta tarde, mirándola,
mi amada me descubre cuanto no sé de ella.
Y no pienso mirarla en lo que resta de sesión,
sus ojos dulces, su perfil griego, sus cejas,
mi amor siempre comienza por las cejas
que es como un vello espiritualizado.
Mamífera mestiza, canela clara y tibia,
mi amada es como un astro que atraviesa mi órbita
y llena de una luz dulcísima mis venas,
y se ha sentado en el bordillo del corredor inmenso
a la salida de las aulas, para alabar mis ojos
que no hacen otra cosa que alabar su presencia,
su presencia bañada por esta luz raquítica
de mi amor, mi purísimo amor de baba aérea,
porque no hay cómo que yo pueda mirarla
sin tener que más tarde vendarme la mirada,
tendría que arrancarme los alabados ojos
que no soportan ver, ver, ver
el cuerpo irrestañable de mi amada.
Mi erotismo es de izquierda, mi amor es radical
y yo siempre termino enamorado de estas
mujeres de mi tiempo, liberadas, resueltas,
enardecidas por las causas más nobles,
bronceadas por la luz y combatidas por las sombras
de mi tiempo —yo soy la sombra de mi tiempo,
el espejo en el que ellas se miran un momento
y huyen, como se huye siempre de la mirada
que no hace más que ver, ver, ver,
insoportable, triste mirada de mi tiempo.
Mi amada adolescente sobrevive en Europa,
ha pasado por ella la vida y su función,
de mi azoro no queda sino una opacidad
blanquecina y vidriosa en la pupila del alma,
un hoyito en el polvo elemental, un corte
transversal en la piel, un escozor remoto
que ha cicatrizado finalmente en mi rostro,
caligrafía infantil sobre mi frente,
manchas de tinta sobre la piel feliz
de las terneritas de la vaquería
que ya no he vuelto a ver, y no quiero mirarla,
su cuerpo habla un idioma demasiado directo,
anulado el amor, el polvo estorba.
8 comentarios:
http://elblogdereinaldoarenas.blogspot.com/2008/11/mi-generacion.html
Como tendría que ser. Lindo poema, Salcedo.
te extranio :-(
Hola Salcedo,
Buen poema. Como siempre.
Saludos,
Al Godar
E.P.D.
carajo Salcedo, esa jeva te dejo seco.
Vine desde el blog de parejanoverbal siguiendo tu traducción del poema de Y.W. Y encuentro un poema tan bueno como aquel... Mágico, impresionante.
salceeeedooooooooooooooooooo, dónde estás que no te vemos?
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