12 de enero de 2009

Mi educación en Cuba fue de lujo

En la casa de la hija de Gerardo Machado
estaba la secundaria Rubén Martínez Villena,
en ello, por supuesto, no había nada de casual,
pero yo era por entonces un asno desgarrado
sin la más mínima noción de toponimia.
Mi escuela era una villa o palacete
suburbano, neoclásico y al clima,
una quinta criolla y una fuente sutil
del más sutil diversionismo ideológico.
El frente de la casa daba hacia el lado posterior
y el camino de entrada rodeaba el edificio;
una vez dentro, lo primero a la vista
era un portal enorme, presidido por columnas
y una amplia escalinata, íntimo y majestuoso,
hecho para las fiestas y para las bienvenidas.

Sobre las siete y media, me comentan,
sonaba el timbre de entrada al matutino, y al pie
de la escalinata, el himno, la bandera, el director,
la presidenta de la escuela y la lectura vergonzante
de los alumnos ausentistas, impuntuales, perezosos,
dice la hija de Machado que no nos recibirá,
el gran maestro francmasón atiende a los ingenieros
civiles, hablan de cúpulas y de caminos reales,
alguien sugiere, de pasada, hacer la Quinta Avenida,
dicen que el señor Salcedo tiene 33 ausencias
en lo que va de semestre —yo estoy sentado en el muro
descolorido y rechoncho, al frente de la mansión,
Armando Bravo y Piloto, Carlos “El Calvo” y los otros
están sentados conmigo, disfrutando la mañana.

A las ocho y media entramos. A mí me dicen Ocho y Media.
Es difícil resistirse a ver el patio interior,
subir, monitor de Física, y atravesar la terraza
que ocupa media azotea, donde se extiende la fiesta,
luego bajar a mi clase favorita. El profesor
que imparte Fundamentos de los Conocimientos Políticos
insiste en que la materia es lo primero. Él sabrá…
El profesor de Geografía aún no me devuelve a Kempis;
no me lo ha confiscado, me lo pidió para leerlo,
es un viejo cascarrabias y le dicen Matraquilla
—hay quien se ríe con eso—, además de profesor
creo que es un buen tipo, no como esta sibilina
profesora de Inglés que hace más de dos semanas
me quitó el libro de Fritz Perls y no me lo quiere dar
hasta que traiga a mis padres —voy a traer a Machado
y a un arquitecto italiano, para hacerle un mausoleo,
pero suena la campana, es la hora del recreo,
no hay nada como el espacio abierto, democristiano,
auténtico y liberal.

El jardín del patio grande tiene una cancha de fútbol,
un tiovivo y varios árboles sobrevivientes, estoicos,
que resisten la tortura Rubén Martínez Villena.
Al tiovivo se acerca la profesora de Dibujo Técnico,
viene a notificarme que he suspendido con ella,
ahora yo giro suspendido del tiovivo, horizontal,
y la fuerza centrífuga me impide responder
como es debido. Estoy cagado. Creo que ella lo nota.
Me pide que la acompañe al cuarto de la sirvienta
de la hija de Machado —es negra, joven y pobre,
llegó hace poco del campo—, estamos a media luz
en su cátedra pequeña, los dos solos, me reprocha
mi desconsideración, por primera vez la noto
y accedo a hacer lo que me pide: llenar de líneas muy finas
y paralelas diez hojas, separadas por milímetros
las líneas, ella y yo calmándonos, poco a poco, poco a poco,
el próximo año, prometo, vendré a sus clases, maestra.

Al otro lado de la calle, diagonal a la quinta,
está la biblioteca donde jugamos ping-pong;
es una casa moderna más Siboney que el edificio
principal de la escuela. Por estos años Siboney
ha comenzado a repoblarse sin el más mínimo recato,
la nueva clase se desplaza hacia las viejas casas,
reacción y revolución cohabitan, me dirá alguien,
yo no lo creo, yo he vivido en época de usurpación.
Me conozco este barrio como la palma de mi mano,
mi padre el matemático, mi madre la secretaria
construyeron su casa en Siboney, con hipoteca.
Ninguno de estos señores ha construido la casa
en donde habitan, ninguno
quiere habitar en las casas que han construido, así es;
cambian los nombres y los títulos en el registro de la propiedad
y ésta es toda la dialéctica y el resumen de la clase
de Fundamentos de los Conocimientos Políticos
que yo estudié en el palacete Rubén Martínez Villena,
flanqueado por mansiones modernas, en Siboney.

Una de estas mansiones, justo al lado de la escuela,
tiene apostados al frente dos guardias en sus garitas,
no se puede caminar por esta acera, el contén
está pintado de amarillo, debe de ser una embajada,
pero hay solo una bandera en el jardín: ¡mi bandera!
Desternillado de la risa, mi padre me pregunta
qué embajada será ésa. Es la embajada de Cuba
en La Habana —le respondo—, o quizás en Siboney.
Mi padre sigue riéndose. Él nació en el Machadato,
no ha estudiado Fundamentos de los Conocimientos Políticos,
sabe mucha matemática y mucha más cibernética
pero ignora la dialéctica de un buen sistema binario,
no tuvo las oportunidades que tuve yo desde niño,
vive desorientado en la nueva sociedad.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me acuerdo de cuando te conoci en la casa de Machado!
Me acuerdo de Frank el animal, pateando la pelota de football casi tan alto como la palma real del patio.
Me acuerdo de como Fowler perdio no se cuantos dientes cogiento escena en una guagua en la 5 ave. Me acerdo de como botaron al Wichi de la escuela al campo por mierahueco aunque era inocente, dicen.
Me acuerdo de casi todo lo que dices; y efectivamente fue una educacion de lujo.

TIROFIJO dijo...

En serio, Salcedo, se te extrañaba. No sientas esto como nada personal, pero hace tiempo que tenemos una preocupación. Aparte de que nos parecía una propuesta demasiado ambiciosa eso de “Un poema cada día, todos los días, por un año”, si se tiene por “un poema”, un divertimento utilizando alguna forma estrófica, o en verso libre, que de alguna manera y con cierto sentido utilitario o comunicacional sirva para mantener una comunicación divertida con los lectores, te creemos capaz y dotado de todos los recursos y la simpatía al efecto. Pero, resulta que cada vez te sitúas más lejos de algo que pueda parecerse, aunque sea como divertimento, a una composición poética. Esto puede ser cualquier cosa, un cuento, una crónica o sabe dios, pero poesía no lo parece siquiera. No basta con escribir de un modo que parezcan versos. Tienen que serlo. No es que te exijamos que cumplas con tu presupuesto, que ya de hecho no lo haces, es que proponerte hacerlo te hace perder frescura y autenticidad. Un abrazo.

Jorge Salcedo dijo...

Anónimo, cada piedra de aquella casa era un desmentido concreto a la verdad oficial. Resulta extraño —aunque no mucho, si uno reflexiona sobre los efectos de la propaganda—, que haya tanta gente que necesite irse de Cuba para enterarse de cómo era el país antes de 1959. Yo creo que las huellas estaban en todas partes, para bien y para mal. Andar La Habana, sin Eusebio, fue para mí la mejor forma de desempercudirme el adoctrinamiento.

Tirofijo, si quieres probar suerte, dime qué es y qué no es un poema. Nada más saludable para la poesía cubana que un diálogo honesto entre sus críticos y poetas, y entre sus poetas críticos, enmascarados o no, sobre qué entiende cada cual por poesía. Entonces veremos.

Por lo pronto, espero que tú mismo(a) te des cuenta de que tu afirmación ("Esto puede ser cualquier cosa, un cuento, una crónica o sabe dios, pero poesía no lo parece siquiera. No basta con escribir de un modo que parezcan versos. Tienen que serlo.") no demuestra nada. Del Romancero Viejo hasta hoy, la poesía española abunda en crónicas y cuentos. La pretensión de cierta zona de la poesía moderna de extirpar la narración, me tiene sin cuidado. Yo no tengo las limitaciones de esa modernidad. En cuanto al verso, también te equivocas. Para que un verso sea un verso basta que lo parezca. Que contenga o no poesía, o, mejor dicho, que sea parte o no de un poema, son otros cinco pesos. Y apuesto diez contra cinco, a que tú no lo distingues.

TIROFIJO dijo...

"Para que un verso sea un verso basta que lo parezca."
Eso es muy discutible, pero no me parece que sea razonable discutirlo acá. Ahora, amigo, coincidirás conmigo en que no sucede lo mismo con un poema.
Para que un poema sea un poema, no basta que lo parezca. Se necesitan algunos otros condimentos, no crees.
De ser así, cualquiera podría escribirla, lo cual me gustaría mucho, pero no creo que le agrade a los poetas. Además del “cuento”, del argumento que no estoy en ningún modo desterrando de la poesía, válgame dios, hacen falta otros elementos que sitúan a la poesía como la madre de todos los géneros.
Si no existe este algo inapresable que trasciende el argumento, se queda en el parecido que la forma le ofrece pero no es poesía. No estoy defendiendo criterios cerrados o rígidos de género. Estoy hablando de la poesía y no de lo poético, que puede estar, desde luego, en cualquier forma de expresión.

Jorge Salcedo dijo...

Tiro, no te vayas por las ramas. Es obvio que estamos hablando de la poesía en el ámbito de la lengua, como un tipo particular de discurso. Es obvio, o debería serlo a estas alturas, que lo poético puede aparecer lo mismo —y hablo, para ser más específico, de la poesía lírica— en un discurso narrativo o en un discurso que prescinde de toda narración. Otro tanto sucede con el verso, las metáforas, etc. Lo poético, en un discurso, no es ninguno de estos elementos, aunque aparezca a menudo, por muy buenas razones, acompañado de ellos. Escritores y lectores, en su gran mayoría, confunden la poesía con alguno o varios de estos elementos, con una mayor o menor dosis de ellos. Yo creo entender qué es un poema, y me parece, por lo que llevas dicho, que tú no. Si vienes aquí a decirme que lo que he escrito no es un poema, mejor te bajas con nociones de poesía que sean más convincentes que un "algo inapresable", "la madre de todos los géneros", o una muy vaga distinción entre parecer y ser. Para el deslinde, este sitio es tan bueno como cualquier otro. Lo demás son excusas de guerrillero acorralado.

TIROFIJO dijo...

Nadie ha hablado de la bondad del “sitio” y no recuerdo haberlo comparado con "cualquier otro". Sólo he dicho que si escribieras eso que has puesto como “un poema” sin dividirlo en “versos”, nadie notaría que era esta su naturaleza. Creo que nadie imaginaría que alguien alguna vez intentó pasarlo por tal. Si tomaras cualquier fragmento de una prosa razonable y le hicieras lo mismo no habría mucha diferencia. Es todo cuanto me he aventurado a decir y lo sostengo, lo cual no entraña ninguna actitud lesiva contra ti como poeta, aunque lo sientas así.