23 de abril de 2009

El cuervo



Una infausta medianoche, mientras débil, fatigado
revisaba extraños tomos de ancestrales tradiciones,
cabeceaba, me dormía, cuando un ruido escuché afuera
como de alguien que rasgueara, rasgueara sobre mi puerta.
"Alguien llega", dije quedo. "Alguien golpea a mi puerta;
eso ha sido, y nada más".

Ah, recuerdo claramente, fue en el lúgubre diciembre,
y cada ascua proyectaba su fantasma al expirar.
Ansié ver la luz del alba, busqué en vano entre las páginas
otro motivo de llanto que la ausencia de Leonor.
Esa única y radiante dama a quien llaman Leonor
los ángeles. Nadie más.

Y el sedoso, triste, incierto susurrar de las cortinas
me alarmó, me inspiró un nuevo y fantástico terror;
ahora yo, para calmarme los latidos, repetía:
"Es tan sólo un visitante que se asoma a mi portal,
un tardío visitante que se asoma a mi portal;
eso es todo, y nada más".

Mi alma fue cobrando fuerzas; fue cesando el titubeo,
"Al señor o la señora mil disculpas pido, pero
entretenía una siesta y su toque fue tan quedo
y tan débil su llamada me llegaba de la puerta
que no estaba ni seguro de escucharle". Abrí la puerta:
la penumbra, y nada más.

Indagando en las tinieblas me quedé un tiempo, temiendo
dudar, soñar sueños que ningún mortal soñó jamás;
pero no cedió el silencio ni la calma alzó su velo
y la única palabra que se escuchó fue "¿Leonor?"
Eso dije en un susurro y el eco dijo "¡Leonor!"
Solo esto y nada más.

Regresando a mi aposento, mi alma dentro de mí ardiendo,
escuché pronto otro toque más fuerte que el anterior.
"Seguro", dije, "seguro que hay algo en mi celosía.
Vamos, pues, a ver qué sea, exploremos el misterio.
Tranquilo, corazón, vamos y exploremos el misterio.
Solo el viento, y nada más".

Abrí entonces las persianas y con súbito aleteo
entró un cuervo majestuoso de remota, incierta edad.
No hizo venia o reverencia ni se detuvo en su vuelo
y con aires señoriales se posó sobre mi puerta,
sobre aquel busto de Palas sobre el marco de mi puerta
se posó, y nada más.

Mereciome el ave de ébano una mínima sonrisa,
con aquel grave decoro, torvo gesto que lucía.
"Esa cresta rala", dije, "no te impide la osadía,
feo, nefasto, antiguo cuervo de la orilla nocturnal.
¿Cuál es tu nombre en Plutón, en su orilla nocturnal?"
Dijo el cuervo: "Nunca Más".

Me dejó maravillado el discurso de aquel ave,
aunque nada revelaba ni importaba su respuesta;
porque justo es que acordemos que no ha habido nunca nadie
con la suerte de encontrarse un ave sobre su puerta,
ave o bestia sobre un busto de Palas sobre su puerta,
con tal nombre: "Nunca Más".

Pero el cuervo, reposando sobre el busto, pronunciaba
esta única palabra como clave de su alma.
Nada más decía, nada más movía, ni un ala,
y añadí para mí luego: "Otros amigos partieron;
partirá éste con el alba como mis sueños partieron".
Dijo el cuervo: "Nunca más".

Asustado por la calma que quebraban sus palabras,
"Sin duda", dije, "lo que habla es aprendido no más
de algún dueño infeliz a quien habrá ocurrido un desastre
tras otro, hasta que esta frase en su alma se grabó.
Socavada la esperanza, en su alma se grabó
ese Nunca, nunca más".

Pero el cuervo aún cautivaba mi alma triste con su gracia
y arrastré una muelle silla frente al busto, ave y umbral;
y sobre su terciopelo meditaba, conectando
conjeturas, descifrando la presencia de aquel cuervo,
qué implicaba aquel horrendo, demacrado, fatal cuervo
que graznaba "Nunca más".

Me entretuve examinando, ni una sílaba soltando
para el ave, cuyos ojos se clavaban en mi pecho;
y sentado, adivinaba, mi cabeza reclinada
al cojín de terciopelo bañado en la tibia luz,
el terciopelo morado bañado en la tibia luz
que ella no sentirá más.

Luego el aire se hizo denso y se olió como el incienso
dejado por las pisadas de un serafín al pasar.
"¡Desdichado", dije, "atiende, Dios te envía con sus ángeles
el alivio y el olvido del recuerdo de Leonor!
Bebe, aspira este nepente, deja a la ausente Leonor!"
Dijo el cuervo: "Nunca más."

"¡Profeta! ¡Cosa maldita! —profeta aún, pájaro o diablo",
dije. "Por el genio incierto, tempestad que te lanzó
en esta orilla, esta tierra desolada, aunque impasible,
en esta casa embrujada, te suplico que me digas
si hay un bálsamo en Galaad, ¡te suplico que me digas!
Dijo el cuervo: "Nunca más."

"¡Profeta! ¡Cosa maldita! —profeta aún, pájaro o diablo",
dije. "Por el alto cielo, por el Dios en que creemos,
dile a esta alma hundida en pena si en aquel distante Edén
estrecharé a la que llaman los arcángeles Leonor,
dama radiante a quien llaman los arcángeles Leonor."
Dijo el cuervo: "Nunca más."

"¡Sea nuestra última palabra, ave o trasgo!", dije al punto.
"¡Vuelve de nuevo a la niebla o a la orilla de Plutón!
¡No dejes pluma de obsequio que evoque tu ser mendaz!
¡Deja en paz mi alcoba, deja el busto sobre mi puerta!
¡Saca tu pico de mi alma y tu forma de mi puerta!"
Dijo el cuervo: "Nunca más."

Y el perenne, oscuro cuervo se ha quedado, se ha quedado
sobre la blanca cabeza de Palas sobre la entrada;
y sus ojos tienen trazas de un demonio que soñara.
Y la lámpara proyecta su amplia sombra sobre el suelo.
Y mi alma de esa sombra que se extiende por el suelo
nunca más se elevará.

Original: The Raven, Edgar Alan Poe (1909-1949)
Ilustraciones: Gustavo Doré
Traducción: © Jorge Salcedo

5 comentarios:

Manuel Sosa dijo...

Gran osadía y gran resultado. Felicidades.

No me gusta este:
"Provocome el ave de ébano".

Y dos o tres detalles, pero suena muy bien.

Jorge Salcedo dijo...

Gracias, Manuel. Tu opinión cuenta aquí.
Lo traduje ayer. Acabo de revisarlo y actualizarlo hace unos minutos.
Lo curioso de este poema es que es un típico cuento de Poe.
"Provocome el ave de ébano" ha quedado en "Mereciome el ave de ébano". Juega con aliteraciones y terminarás cacofónico.

CABREJOS dijo...

Es con certeza una versión muy temeraria. "muerto de cansancio" o "cabeceaba" no son términos que se avienen al espíritu del poema de Poe y prescindir (en el verso: “Y el sedoso, triste, incierto susurrar de las cortinas / me alarmó…”) del color rojo o purpúreo de las cortinas hace la versión libérrima por la evidente renuncia a la intensión del autor, sólo para poner algunos ejemplos. Mi primera impresión es la de estar ante una de esas versiones de boleros o baladas en tiempo de merengue, en las que uno siente que está ante una pieza nueva que a veces puede ver valiosa pero no conserva una relación, como no sea referencial, con la pieza original. Saludos.

Jorge Salcedo dijo...

Cabrejos, estar "weak and weary" al final de la noche es, justamente, estar "muerto de cansancio"."While I nodded, nearly napping" habla, justamente, de alguien cabeceando y quedándose dormido. El color de las cortinas lo introduzco más adelante, en otra estrofa, y no creo que el poema pierda nada por no introducirlo en la tercera. Mi versión es, de hecho, la más fiel de cuantas conozco, pero usted, de cuantos adjetivos hay en nuestro idioma, decide llamarla "libérrima". Va a necesitar algo más que las muletillas "con certeza", "evidente" y demás para convencerme. Muéstreme una versión más fiel. Saludos.

Jorge Salcedo dijo...

Sigo introduciendo cambios. Creo que el señor Cabrejos, después de todo, tiene razón en lo que a "muerto de cansancio" se refiere. La expresión es demasiado llana y, aunque fiel al sentido, no lo es al espíritu del poema.