Hoy se prorroga, en abierta violación de las normas legales de sucesión establecidas en la constitución venezolana, el ejercicio de un gobierno cuyo mandato ha expirado. Se proclama a un presidente moribundo y oculto en un país extranjero, en cuyo nombre gobierna una junta no electa. El golpe de estado no es una maniobra forzada del Partido Socialista Unido de Venezuela, ni consecuencia de sus divisiones internas, como afirman algunos líderes de oposición. Su principal objetivo es evitar las elecciones presidenciales que deberían realizarse como consecuencia de la incapacidad física y mental del presidente electo. Evitar las elecciones y ocultar el fracaso del sistema de salud cubano. Auguro, con pesar, que entre este 10 de enero y el día en que se anuncie la muerte de Hugo Chávez, el PSUV y sus padrinos cubanos intentarán anular a la maltrecha oposición mediante el cierre de medios, la confiscación de propiedades, los procesos judiciales contra sus líderes más influyentes y otras medidas de probada eficacia en la “profundización del proceso revolucionario”. El PSUV ya controla los poderes del estado, el ejército, los principales sectores de la economía y un ámbito cada vez mayor de la sociedad civil. Aún no se atreve, sin embargo, a celebrar elecciones sin el caudillo populista. Anunciarán su ausencia absoluta cuando el control totalitario haga ya innecesaria la parodia electoral. Esa es la razón del golpe de este oprobioso 10 de enero.
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