24 de noviembre de 2015

Las ratas de Joseph Goebbels que adoptó Santiago Álvarez

Álvarez “copió y pegó” en el minuto 0:45 de La marcha del pueblo combatiente el segmento de las ratas que aparece a partir del minuto 16:54 en el documental nazi El judío errante




Entre las muchas similitudes del nacional-socialismo alemán y el totalitarismo revolucionario cubano, quizás la más obvia sea la representación propagandística de los inconformes del régimen. Hablo de los inconformes en el doble sentido de no-conformidad a una norma y repudio de la norma. Los “parásitos” judíos y los “gusanos” cubanos no han sido solo los opositores del régimen, sino también aquéllos que no encajan, o no encajan del todo, en su nuevo orden social, quienes lo enfrentan, se rebelan, se apartan, se escabullen o huyen. En la estética totalitaria, la inconformidad responde a la baja naturaleza del inconforme o al orden decadente del que procede. Los inconformes son feos, desagradables, egoístas, cobardes, proclives al crimen, el comercio, las drogas, la metafísica, el juego y, por supuesto, a la traición; pertenecen a una raza inferior o a una clase culpable, son su hechura o su instrumento, su producto o subproducto. Parásitos y gusanos tienen menos en común con los demás miembros de la sociedad que con la fauna intestinal y las regiones del subsuelo, aunque sean una fauna y un subsuelo concebidos por la demonología. No son parte del cuerpo social, sino una lacra o una plaga que hay que exterminar o expulsar. La representación del judío como plaga de Alemania alcanza su más burda literalidad en El Judío Errante ((Der Ewige Jude), un documental dirigido por Fritz Hippler, pero encargado y supervisado estrictamente por Joseph Goebbels. Producido en 1940, Der Ewige Jude es una apología del Holocausto aprobada para todas las edades y precede por un año a la Solución Final. Muchas de sus escenas son tomas de los judíos en el ghetto de Varsovia, víctimas reales del exterminio nazi escarnecidas para el cine y la historia como lo más desgranado de la prole de Caín. Físicamente deformes, desaliñados y sucios, aquí aparecen los judíos del ghetto "en su verdadera naturaleza", nos dicen, trapicheando en el mercado desde la más tierna edad, entregados a la usura, el engaño, regateando y riñendo por su mercadería, fanatizados por una religión que proclama el egoísmo de cada judío como una ley divina, dispuestos a explotar cada país que los acoge, pues los judíos no producen nada, no hay entre ellos campesinos ni obreros, solamente mercachifles, aprovechados y parásitos. Aquí nos enteramos también de que los judíos, que representaban apenas el 1% de la población mundial en 1933, eran responsables ya del 34% del tráfico de drogas, del 47% de los robos y de los juegos de apuestas, del 82% del crimen organizado internacional y del 98% del negocio de la prostitución; datos que aclaran concluyentemente el origen nazi de la demostración por la estadística. Contrastando con la penosa apariencia de la judería, Hippler—o Goebbels—nos muestran los rostros jóvenes y hermosos de los pura raza arios, idealistas e industriosos, verdaderos alemanes que se incorporan al trabajo, el estudio y la defensa del país en sus pulcros uniformes, organizados y sonrientes, portando los brazaletes y las insignias de la nueva nación. La letanía antisemita es mucho más extensa y espesa y solo les he contado el comienzo, lo “mejor” viene después, pero tienen que verlo, si les interesa. He mencionado el documental porque ayer, mientras leía una entrevista con Osvaldo Rodríguez a propósito de la “Marcha del pueblo combatiente”, me encontré uno de aquellos noticieros del ICAIC que dirigía Santiago Álvarez y que proyectaban siempre antes de las películas en los cines cubanos de la época. El documental lleva el mismo título que la canción de Rodríguez y muestra la parte más presentable de aquellos desfiles y actos de repudio que el gobierno cubano organizó para amedrentar y castigar a las decenas de miles de personas que intentaban dejar el país por la Embajada del Perú y por el puerto del Mariel en 1980. No me ha asombró encontrar en el documental de Álvarez los mismos tópicos y procedimientos binarios de la estética nazi, porque hace años me advirtieron de ello y había podido comprobarlo, pero sí me sorprendió encontrar una escena de Der Ewige Jude insertada verbatim en “La Marcha del Pueblo Combatiente”. Con la tecnología de edición de 1980, Álvarez copió y pegó en el minuto 0:45 de su documental el segmento de las ratas que aparece a partir del minuto 16:54 en el documental nazi. En Der Ewige Jude, las ratas aparecen tras una infografía que traza un paralelo entre la propagación de la “plaga” judía y la plaga de roedores por Europa y el mundo; en el documental cubano, las ratas preceden la escena de los refugiados cubanos desconcertados y hacinados en la embajada del Perú. No son unas ratas, sino las mismas ratas, el mismo metraje fílmico, la misma escena copiada del documental alemán. No estamos hablando ya de afinidades ideológica y estéticas, sino de un plagio que revela hasta qué punto el gobierno cubano ha sido deliberado en su copia del nazismo. Quizá convenga señalarlo, ahora que soplan desde Cuba vientos de crisis migratoria y el pueblo de aquellas marchas, de tantas y tantas marchas, tiene cierto acceso a YouTube.

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