Estos atardeceres
me hastían
pero antes
me conmovieron mucho.
Imposible saber
qué buscaba yo entonces
en la azotea de mi casa,
en la costa de Flores.
El horizonte, nítido;
el sol, disco perfecto;
azul, rojo, naranja, malva, disperso todo
como en la mesa de un pintor.
Yo hipnotizado, resolviendo mi vida
como si todo consistiera
en aprender a despedirse.
Foto de Lando: Atardecer en La Habana.
5 comentarios:
Que sentimiento da ese poema, es suave y nostálgico.
esos atardeceres nos dicen algo pero que fastidio... hablan en un lenguaje que no es el nuestro y terminan como la promesa de una conversacion de luminosas revelaciones que nunca llegamos a establecer.
Bueno, para mí fueron como un largo —y a la postre inútil— entrenamiento para las despedidas.
esos atardecer sirven para instalarnos en la fugacidad, para la belleza de lo efimero. y para que un poeta los remonte. gracias, salcedo.
La misma sensación, pero eres tú quien la expresa.
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