2 de abril de 2009
Temporada en New England
En una ráfaga limpia de aire fresco y frutal entran mis hijas en la casa. ¡Llegó la primavera! La traen en las mejillas, en el pelo, en la ropa. La madera del piso y la puerta del vestíbulo también rezuman su recuerdo y se van adentrando por las habitaciones con su ramaje de olor. Aquí el tiempo se nota. El azafrán y el narciso, las magnolias, las forsitias, las muchachas y los pájaros son la espesura de su tránsito. Luego vendrá el verano con sus cosechas locales, sus pezones de fresa y sus tomates de estirpe. Luego, el otoño de los maples que ocupa bosques y acuarelas. Y el primer copo de nieve. La rueda del tiempo, el carrusel del tiempo, el tiovivo del tiempo. Antes, las cuatro estaciones eran la literatura y la música de Europa. Nombres, nociones, abstracciones y símbolos. Ahora me mueven, me mecen, me dan cierto mareo. No estoy borracho, estoy alegre. Viendo pasar el tiempo.
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5 comentarios:
Breve e inspirador, como debe ser. Saludos.
Todo ello influye, Jorge. Y un par de copitas de vino tinto tambien...
:-)
Gracias, Añel. Me alegra que te inspire.
Camilo, te juro que esto lo escribí en la mañana, después de levantarme, no antes de acostarme.
No, en serio, hermosa la metafora de la primavera impregnada en el alma y en el cuerpo de tus hijas. Delicado, poetico, salcediano...
Introduce frescura en el alma, Jorge. Saludos.
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