Me recliné sobre el mantel, completamente harto,
pensando en mi fracaso, asomado al abismo,
débil por el calor del mediodía.
La campana de la iglesia se lamentó a lo lejos,
se escuchó el llanto de un bebé
y la tos de John Yarnell,
encamado, febril, febril, muriendo,
luego la voz violenta de mi esposa:
"¡Cuidado, que se queman las papas!"
Las olí… sentí un asco inaguantable.
Apreté el gatillo… la sombra… la luz…
Un pesar indecible… de nuevo a tientas por el mundo.
¡Demasiado tarde! Llegué entonces a aquí
con pulmones para respirar… uno no puede respirar aquí con pulmones,
pero hay que respirar… ¿De qué nos vale
deshacernos del mundo
si ningún alma puede evadir el eterno destino de la vida?
Edgar Lee Master: Spoon River Anthology
Traducción: © Jorge Salcedo
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