14 de enero de 2010

Precipitaciones

Bailas danzón en el cuadrito de la esquina del chat;
tomas impulso hacia la nada con fecha fija y no arcana;
catas la ciencia celestina de los padres de la iglesia
y el repertorio de anécdotas inconfesables que te ahorran;
escribes "alma, oh alma mía" mientras contemplas su mandíbula;
te permites la inocencia de acariciar con palabras la intimidad de otro animal;
te cuelgas con las sábanas en la tendedera del patio que alguna vez fue de tu casa,
dejas que el viento te eleve, que el sol te sane y te perfume;
añoras otro elemento, otro fluido, otra sustancia;
te agotan el romance y el sexo, quieres la vida eterna ya;
quieres el zumo de los mitos y la visión del tercer ojo;
tejes tu tela con el hilo que va saliendo de tu boca;
te envuelves con tus palabras en un capullo y esperas;
aceptas que nada es tuyo y lo aceptas sin pesar;
te reconcilias con las fugas de tu conciencia y tus instintos;
tu sabiduría es impráctica: no sirve para vivir;
tu sabiduría es impúdica: se niega a dar explicaciones;
tu sabiduría es tan cierta como el agua y la sed;
luego vendrán a examinarte y a degradarte en perspectiva;
ahora tú danzas con el ser de igual a igual, sin ilusión;
traspasas su transparencia, te expones a su mirada;
apartas la tentación y el chantaje del tiempo;
tecleas sobre la yema de otros dedos tus palabras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una bella precipitación. Pero el precipicio siempre asusta, así sea sólo de palabras.
E.

Jorge Salcedo dijo...

El sujeto lírico baila bien. El otro, se defiende.